Ella, que se las ingeniaba para imitar al blanco hasta en su manera de vestir y su manera de hablar, se prometió a sí misma que iba a volver a ser la negra de la que quiso renegar. Su vida le había abierto los ojos: hiciera lo que hiciera, jamás sería una blanca.
Rokhaya, desde la muerte, nos cuenta su vida, ajustada y conforme a la tradición y a las expectativas depositadas en la mujer senegalesa, y la de su hija, Rabiatou, que decide saltarse los tabúes, tomar las riendas de su existencia, elegir a un marido universitario y ejercer su profesión de magistrada.
Historia de dos mujeres que se desarrolla en dos momentos y sociedades diferentes y muestra dos maneras de vivir la condición femenina y africana. Duro retrato paralelo de un mundo masculino que se acomoda, según le convenga, a la tradición o a la modernidad.