Tal y como acabó la trilogía original era difícil suponer por dónde se podría estirar más la historia. Aquí el autor ha tirado por un ejercicio de especulación en su universo llevándolo unos cientos de años y una revolución industrial más tarde para ver cómo los poderes y habilidades especiales que tenían algunas personas encajan en la mezcla.
El resultado ha sido un poco desigual. Si bien es interesante de ver como las armas de fuego y las máquinas podían interactuar con la alomancia y la feruquimia, tanto la historia como los personajes no están a la altura de lo que se podía esperar. La amenaza ya no es tan grandilocuente y es mucho más mundana, y los personajes son más estereotipados y maniqueos que de costumbre. Incluso hay un abuso más evidente de los clichés como la mujer en la nevera para justificar el avance del protagonista o el sidekick gracioso que le acompaña a todas partes.
En resumen, resulta entretenida pero con la sensación de que era totalmente prescindible. Quizás en los siguientes volúmenes el arco argumental que las envuelve gane interés, pero está entrega por sí sola, al contrario de lo que el autor nos tiene acostumbrado en otras de sus sagas, no convence lo suficiente.