Despues de El Imperio Final era muy difícil que mantuviera el nivel. Aunque esta secuela es una digna continuación tiene algunas carencias. Aquí ya no tenemos un villano todopoderoso en contraposición con los "héroes". No hay esa lucha bien definida entre el bien y el mal (aunque Sanderson ya lo pintaba de gris en el primer libro). En este caso se centra más en la lucha interna de las personas: confianza contra recelo, egoísmo contra altruismo. Todo ello ambientado en una situación política y social inestable fruto de la conclusión del volumen anterior.
Y sin embargo no hay una amenaza precisa. Todo vaga alrededor de profecías, personas de mejor o peor calaña jugando a hacerse con el poder como una partida de ajedrez a varias bandas. Conocemos mejor a algunos personajes dotándolos de más matices, aunque en algunos casos la evolución ha sido tan drástica que bien podrían tratarse de personajes diferentes.
Al final la sensación de que la trama principal avance en algo relativamente importante es mínima y te quedas pensando que han mareado la perdiz para que el resultado apenas tenga relevancia o impacto. Si te gustó El Imperio Final, hay que tomarse esta continuación de la saga como un nuevo prólogo imprescindible (aunque sea poco entre todas las páginas) que ha preparado y allanado el camino para el siguiente libro donde se espera una historia muy interesante.