Los amores extraños, los incomprensibles (¿hay de otros?), la ternura sórdida y la desesperanza, la simulación y la mentira para sobrevivir a corazón abierto, la fantasía como refugio y escondite, el vómito psicoanalítico, el amor desmedido que acaba en un abrazo fúnebre, el panteón en que se ama en la miserable ciudad, el sabor del cuerpo, la identidad perdida y buscada, y el recorrido por el interior femenino como si se tratara (¡que sí!) de un campo minado de cicatrices, contradicciones, entumecimientos, monotonías, desilusiones, en un laberinto donde todos los senderos conducen a la palabra «escape», una forma de muerte o la muerte misma: sopa de a-diario, menú único. Y detrás de todo, una clave a la que nos conduce el olor que permite llegar al sabor: el hogar. En todos los sentidos emocionales e intelectuales del vocablo, del boca-hablo: casa, familia, amor, fuego, fogón: alimento, en suma.
«Inma es un chef en la cocina literaria; en el momento inesperado, el ingrediente que transforma sus cuentos en magníficos llega a la cita del sazón, asombrándonos. Se le da la magia de lo cotidiano y es capaz de ver la tragedia en un mundo diario donde otros sólo alcanzan a percibir el drama.» (Dante Medina)
«Así es como me gustan a mí los cuentos, pulidos de flecos innecesarios, dosificando a conciencia la información suministrada con la que va avanzando la historia, justo lo necesario para que la digestión sea perfecta, con el tempo preciso, el lenguaje seco y contundente, adaptado a cada uno de los argumentos, la escritura al servicio de lo contado y no lo contado al servicio de la escritura, el tono camaleónico pero siempre acertado, los personajes absolutamente creíbles desde el primero de sus movimientos, desde la primera de sus frases, los diálogos reales, la flecha en el centro mismo de la diana cada vez que se dispara, la cuerda siempre tensa.» (Jordi Macarulla)