Me ha encantado. Tanto que se me ha hecho demasiado corto. Así que os voy a dar un consejo sin ser médica ni nada, pero que deberíais considerar como el dictamen de uno: este cuentecito se lee con la novelette de su autora, Aracnefobia, justo al lado. Para que sea acabarlo con esa apuerta abierta a su mundo y adentrarnos sin pausas de las que duelen.