A media tarde, calma y estrés suelen encontrarse en calles atiborradas. Pero algo fue distinto ese día, algo se gestaba poco a poco entre las zancadas de un hombre que corría sin pausa. Estaba asustado, casi ciego por el sudor que se desprendía de sus cejas, pero ni eso lo frenaba.
Aquel hombre terminó arrollado por un vehículo azul como el cielo, para después morir de camino al hospital. ¿Accidente o consecuencia? Fue el final de una vida despreciada, que extendió sus raíces bajo muchas otras.
Ese día, murió Andrés Salmona, mas no su legado, esa sombra perdurará por siempre.