ASÍ ME LO CONTARON

Narrar la vida, narrar las clases… Narrar la escuela. Encontrar las palabras para hacerlo. Desovillarlas. Rescatarlas y unirlas para darle forma al caos de ese Universo particular de la Residencia. Como acto final, de ese camino empezado del: “Pensar la clase, gestionar la clase, evaluar la clase”

Convertir la escuela en preguntas y en palabras, después del acto pedagógico, es otorgarle lugar a la metáfora. Transformar la escuela en metáfora. Un desafío, una utopía, como lo es cada momento del oficio de educar, pleno de satisfacciones y a veces, desalientos. Y es que la educación está llena de imágenes, sensaciones, emociones. Construimos nuestro oficio de enseñar desde la misma metáfora de la vida, recreando nuevas metáforas en el aula que resignifiquen el contenido y lo llenen de sentido, para que los estudiantes, también le hallen un sentido a la vida.

La RESIDENCIA como metáfora es entender esto: un lugar que puede ser un “no lugar” pasajero, provisorio, donde aprender es prioridad y la escuela asociada, el lugar. Pero un lugar extraño, nuevo, inesperado. Un lugar que hay que ocupar, desde un rol todavía indiferenciado, rol que me atrevería a decir es un híbrido entre el oficio de enseñar y de aprender. “Somos casi maestras”, dijeron mis alumnas. “Pero aún estudiantes”, agregaron, comprendiendo que este ser y no ser, iba a convertirse en un gran desafío en ese lugar que les tocaba en suerte. Y que ese lugar tan importante sería ni más ni menos que un territorio nuevo donde ponerse a prueba. Contar lo vivido en él, un acto necesario, para instalar la pregunta, el planteo, el análisis y la meta-cognición.

Escribir narrativas pedagógicas sería el objetivo que al final, nos llevó a este libro, como un aporte, un acto de desprendimiento de generosidad, de suavizar pesos a quienes nos suceden en este camino de construir el oficio de enseñar.