Las historias nunca acaban. Cuando lees un relato que cierra con un final perfecto, cuando ves una película que acaba con un final feliz, no estás viendo nada, no es el reflejo de algo parecido a la vida. Si continuásemos vislumbrando esas historias, si el libro o la película no tuvieran ese desenlace, serías testigo de cómo todo avanza y termina en derrota.
Esta es una dura lección que Roberto tendrá que aprender más de una vez.