El desengaño y la frustración provocan que Aitor se convierta en un hombre escéptico. La política, la abogacía y la cultura son sus principales inquietudes, pero su personalidad egocéntrica y su ensimismamiento le han condenado a una soledad casi permanente, incapaz de establecer relaciones duraderas. Sin embargo, después de conseguir un nuevo empleo como abogado en un prestigioso despacho de Pamplona, se integrará en una cuadrilla de personas cultas, inteligentes y elegantes. Ahí aprenderá que la crueldad psicológica puede provocar crisis personales agudas.