Como si abriera los ojos por primera vez, pasar de la más densa oscuridad, a la claridad, a la perfección de los detalles que le rodean. Se mira las manos, y no son igual que ayer, su rostro es blando, y se adapta y moldea cuando lo toca. Puede correr como no lo había hecho antes, como no lo hacía ayer. Ayer saltaba de roca en roca, y ahora pisa el duro asfalto. Es distinto. Una pesadilla le inunda, y no por no saber quién es hoy, sino porque olvidará quién era ayer.