Nada es lo que parece… ya os lo advertí desde el primer renglón de “Despertar”, ni siquiera los que esperabais una continuación a la Saga, en “Oscuridad”, os encontrasteis con ella. No podéis decir que os engañe; sin embargo, esta vez el final está cerca, apenas a unos centenares de páginas y, si estás leyendo esto, acabas de descontar tu primer párrafo de la historia que falta por contar.
“Destino” reúne por fin a nuestros compañeros de viaje. Néstor, Belial, Kara, Randal, Oruk, Amra… ha llegado el momento de que cada uno ocupe el lugar que la historia les depara desde el mismo inicio de la Saga.
No hace falta que os diga que Néstor no cejará en su empeño de recuperar aquello por lo que cambió el mundo, que los Oscuros se revelarán contra los que han querido subyugarles, que los Elegidos tendrán que luchar para no desvanecerse en la nada y que, entre todos ellos, el resto de personajes intentarán no ser arrasados en esas luchas; bastante tendrán con intentar seguir con vida.
Eso es lo lógico, lo normal… pero —siempre hay un “pero”—, aunque no os lo creáis, en este último libro lo menos importante es lo que os acabo de contar, porque por encima de las historias que se han ido desarrollando durante los dos libros anteriores existe el propio “Tiempo”, ese es el personaje principal de los tres libros y, por eso, os tendréis que olvidar de todo lo que habéis leído hasta ahora.
Esta vez os propongo un mundo en formación, en donde las decisiones todavía no se han tomado, con los Humanos y Oscuros luchando por la supremacía. Es la hora de que entendáis el poder de la Sangre del Elegido, el momento adecuado para que conozcáis al Primigéneo y a su descendencia, para que os desesperéis al ver los hilos invisibles que movían las marionetas de toda esta Saga… porque, al final, el Destino está escrito.