Espiarme era su vicio y su obsesión. Vistiéndome, en la ducha, mientras me peinaba... eran los ritos que le enloquecía observar en secreto. Hasta el día que lo descubrí e hice de esa obsesión su rutina. Contemplar a su dueña a todas horas sin poder tocarme fue uno de sus castigos. Aunque luego improvisé otros más crueles…