Si el cambio de roles existiera, el terapeuta sería el entrevistado. Recostado en posición analítica, contaría su historia fabricada con miedos, errores, aciertos, debilidades y fortalezas; siendo difícil separarla de aquellas vertidas por sus pacientes, compuestas por los mismos elementos. Y es que no existe psicólogo que no titubee, ni paciente que no sea dueño de alguna solución. Por eso las certezas se prestan… y las dudas también.
Si el cambio de roles existiera, el paciente diría “¿En qué lo puedo ayudar?”, y el psicólogo respondería “Quiero contarle mis fantasías” y la terapia comenzaría con un “Adelante, lo escucho…”