Descorro la cortina que divide tu cama de la nuestra. Te veo dormir; aún llevas maquillaje: brillantina en los labios, pestañas postizas, pómulos rosáceos. Si no fueran por tus ronquidos jamás sabría que es de madrugada cuando despierto. Carlita está a mis pies con el chupón en la boca y las piernas extendidas; procuro no moverme demasiado para no despertarla.
Todas las noches te observo desde aquí e imagino que te mato: Coloco mi almohada sobre tu cara y presiono fuerte hasta ahogarte. Sé que no es posible hacerlo: eres mayor que yo y eso te da ventaja en la fuerza. También podría usar veneno para ratas y echarlo en tu comida, pero en la ferretería está prohibida su venta a menores de edad y no conozco a nadie que quiera ser mi cómplice.