C, un provinciano con ínfulas de escritor, intenta mantener vivos sus recuerdos y, a la vez, despertar conciencias con lo que escribe. Es uno de esos soñadores (¡pobres y desoídos soñadores!) que cree, o quiere creer, en el poder de la palabra; y, aunque lo intuye utópico, va llenando el cajón de su escritorio de pequeñas historias.
Los escritos de C nos muestran el mundo, sus problemas y su sociedad, desde la perspectiva solidaria de un hombre bueno, optimista, aferrado a su fe en las personas. C anhela escribir y muchas veces no sabe cómo hacerlo; pero, aunque sus palabras se le traben a mitad del puente entre la pluma y el folio en blanco, sus intentos nos hablan de la sencillez, bonhomía y afabilidad de un hombre que no pretende más que todos podamos encarnar nuestra mejor versión.
Sé de un lugar donde todo el mundo cumple años el mismo mes; donde las matemáticas no son exactas —allí tres por cuatro lo mismo es doce que quince—; donde la música y el músico ni son ni entienden partituras. Un lugar donde los poetas crecen y mueren sin dominar la ortografía. Sé de un lugar donde llueve papel y nadie usa paraguas.
De ‘El carnaval’