En este libro el lector sólo encontrará mi visión llena de asombro ante la vida y la muerte, cosechada en unos días de verano en el puerto Huasco, y plasmada en algunas fotografías, breve destello de eternidad congelada, reflejadas como textos en esas gotas de rocío poético que los japoneses supieron inventar.
Lo que más me gustó fue el prólogo, muy emotivo, y, de los haikus, el titulado "De erizadas", que refleja muy bien la foto que le acompaña.
Al leer este libro me encanto la frescura con la cual uno pasa sin darse cuenta de una hoja a otra hasta que en menos de una hora el libro esta leído. Es muy lúdico y sobre todo te hace sentir en huas... Más