Coso Abripio era pequeño, debilucho y feo, feo sin remedio. Todo el mundo decía que le había salido a su madre; el problema era que le había salido mal. No era de extrañar que la pobre mujer se hubiera muerto, probablemente del susto. El resto de la familia, burro incluido, no apreciaba demasiado a Coso, quizá con razón.
Pero Coso Abripio tenía un plan que, si el Dios Luna-Sol le ayudaba, cambiaría su vida para siempre.