Desde que se jubiló la mujer que cuidaba de la abuela, la tita necesita compañía por las noches "por si pasa algo". La más pequeña de sus sobrinas se ve obligada a acompañarla, jaleada por unos padres que a menudo le recuerdan que la tita no tiene hijos y en algún momento tendrá que morirse. Ella no acaba de comprender muy bien lo que significa eso; lo que sí tiene claro es que está harta de pasar frío, de desayunar pan duro y de lo que se esconde entre las sombras del piso de arriba.