En la catedral se celebra el fin de la peste. La vida triunfa, la armonía es completa, todos se sienten refractarios al pecado y la culpabilidad mientras entonan al unísono el ¡Aleluya! por su renacer. Sólo un sonido ahogado intenta y no consigue perturbarlos. Un sonido que viene de los camastros en que se encuentran los expósitos...