Esta es la historia de un niño de diez años que se gana la vida vendiendo churros y sin robar a nadie. Se trata de un Napoleón honrado y respetable, aunque responsable de ciertas picardías como apedrear perros, echar mazas a las mujeres o silbar a los cocheros del tranvía. En ocasiones va acompañado de Curro, Currito y Curruelo, jóvenes militares que suelen darle el sobrante de sus ranchos cada noche. Ellos son los que le dicen, al verlo el día de Nochebuena con una bandeja llena de churros, que no venderá ni uno. Obstinado, el niño lo intenta, aunque sin éxito. Ya de noche, atenazado por el hambre, gasta las pocas monedas de cobre que tiene en el bolsillo en copas de aguardiente. Después, con el frío arreciando, Napoleón camina con la modorra del borracho hacia el cuartel...