Juan el guardagujas es el caso práctico de una de las servidumbres de la libertad. Autómata de carne y hueso, enclaustrado en un puesto de trabajo que es bóveda sepulcral, Juan sacrifica su humanidad en aras de la de aquellos que marchan dentro del tren. Un recién nacido abandonado junto a la vía le permite conocer el amor. Con él, los dilemas siempre son propensos a oscurecerse.