Un buen día, estando de vuelta a su fortaleza después de una jornada de caza, Ferrando se adentra en el bosque para saciar su sed en una fuente. Ahí se encuentra con una joven que en nada se asemeja a las campesinas de los alrededores de Toro o Zamora. Tras iniciar el cortejo de la joven incógnita, una mirada a la luna le hace perderla de vista. Desde entonces, muchos días, a la hora en que el sol desaparece, vuelve Ferrando al manantial del bosque con la esperanza de hallarla. Cuando por fin se produce el reencuentro, ella le confiesa que no es hija de hombre, siendo llamada el hada de las aguas, y que, si se casan, un perjurio por parte de cualquiera de los dos ocasionaría la muerte de él y la intranquilidad eterna de ella. Felizmente desposados, un día llega al castillo la orden de ir a Lisboa para defender el reino lusitano de Duarte. Héroe en la batalla, Ferrando se verá en la tentación de traicionar al hada en aras de la realeza y hermosura de la infanta de Portugal.