Un padre llega de la oficina a su humilde hogar y se encuentra con su querida mujer algo nerviosa. Resulta que el niño tose y está completamente desganado. En primera instancia, el padre pretende quitar hierro al asunto, pero lo cierto es que la enfermedad del niño prospera y la idea de la muerte aleteando por toda la casa pronto se apodera de los padres. Sin recursos, buscan asistencia médica y la encuentran por fin en la casa de socorro. Un médico gordo, funcionario en el peor sentido que se le puede atribuir al puesto, acude a ver al niño enfermo con toda la parsimonia del mundo. Del mismo modo, entra en la casa echando el humo de su puro por la boca y da su diagnóstico de pulmonía con la mayor indiferencia. A los padres, en su pobreza, solo les queda un recurso: el Hospital del Niño Jesús.