Un año más llegan las fiestas de septiembre, en honor a la Virgen, al pueblo de Morondanga y los morondangos, en mangas de camisa, están muy impacientes por lucirse de algún modo: ya sea vistiendo a la virgen, atendiendo a los invitados que llegan desde Toledo o Madrid, con la lectura del sermón, con los cantos de la procesión o ante los bravíos toros traídos para divertimento de señoritos y labriegos. En esta crónica literaria de tamaño día de festejo se descubre el modo en que cada cual procura darse tono ante los demás, suscitando intrigas, murmurando y formando bandos, cumpliendo con el protocolo y desfasando a ratos, bien hartos de aguardiente antes de enfrentar a un toro que no saben matar... Todos unidos como hermanos, en definitiva, si nos atenemos a su ignorancia supina.