Cada peseta tiene una larga historia que contar, poblada por los más diversos tipos que componen una sociedad. En este caso, la moneda trae consigo la efigie de Carlos III y parte de las manos de uno de sus ministros: el conde de Aranda. A partir de él, va de mano en mano, maltratada en aras de la comprobación de su veracidad o atesorada largo tiempo por personas tales como una mendiga que aprovecha la piedad del resto para satisfacer su avaricia.