Luis Mariano de Larra parte en esta ocasión del planteamiento de Calderón de la Barca en su obra Gustos y disgustos son no más que imaginación, valorando que no medimos todos la fortuna o la desgracia del mismo modo y mucho menos cuando se trata de acontecimientos que afectan personalmente. Como refutación de esta idea calderoniana presenta la historia de Julia, una muchacha de veintitrés años que, al quedar encerrada en un matrimonio nefasto con un hombre vil, pierde toda la grandeza de su alma y se entrega a los caprichos materiales de los hombres que la rodean. Uno de ellos, Enrique, joven abogado de éxito, se enamora de ella de un modo pasional y puro. Sin embargo, lejos de recuperar el alma de la joven, sufre las consecuencias de su relación tirana. Es por ello que optará por el suicidio como modo de ablandar el corazón de Julia. Si hubiese sabido cómo se desarrollaría la mañana siguiente, seguramente habría tomado otra decisión.