Pascualín es un niño en que todo es miseria y palidez a excepción de sus dos ojos, llenos de luz. El Domingo de Ramos se encuentra a la entrada de la catedral, embelesado con una de las palmas de un puesto ambulante. El caballero que la compra, conmovido y bondadoso, se la acaba regalando. En ese momento, el niño está lejos de pensar que todo su gozo no es más que el inicio de su particular vía crucis. Cada una de las principales etapas de la Pasión de Jesús de Nazaret encuentra su correlato en la experiencia del pobre niño: la tentación de Getsemaní, el prendimiento, las negaciones y el canto del gallo, la humillación y el martirio de la corona de espinas... No hay momento que falte, ni siquiera el Sábado de Gloria.