En el barrio de Chamberí viven dos ancianos. Por una parte está don Celestino, jovial y siempre alegre, como un niño ante un juguete. Por la otra don Baltasar, doce años menor, siempre feroz, colérico y de mal humor. El primero tiene por nieto a Juan. El segundo por sobrina a Ángeles. Los dos jóvenes se aman con verdadero amor. Sin embargo, don Baltasar se opone enérgicamente a sus relaciones. Don Celestino, ansioso de ver feliz a la pareja, opta por interceder, aunque sin éxito aparente. No obstante, con sus palabras consigue remover la conciencia de su vecino. Pasado un tiempo, estando don Celestino en su lecho de muerte, recibe la visita de don Baltasar, incapaz de dejarlo marchar sin haber sostenido antes con él unas últimas palabras.