Martín Martínez es un forastero que un buen día compra casa en Bermeo. Es un encuadernador excelente, un maestro en su oficio. Por eso pronto consigue que su negocio vaya viento en popa y que todas las muchachas del pueblo lo ronden con intención de hacerlo suyo. Sin embargo, su espíritu emprendedor lo lleva pronto a montar una fábrica de escabeches. Monta su negocio con gran diligencia, pero pronto acaba arruinado y debe vender el proyecto para retornar a su negocio de encuadernación. Poco tiempo después decide hacerse hortelano, sin reparar en gastos para tener el mejor producto del mercado y, si bien lo consigue, también acaba fracasando y volviendo a su taller original. Una última tentativa le lleva a abrir una tienda de ultramarinos que, al igual que sus proyectos anteriores, lo lleva la ruina. De este modo se convierte Martín Martínez en ejemplo de aquellos que no prosperan en la vida por meterse en negocios que no entienden.