Julieta se siente enfermar, nota que debe salir de Madrid ese verano sin falta o su salud acabará por desaparecer. Ya puede oponerse Leoncio, su marido, pero el médico ha sido completamente claro al respecto: necesita ir a unos baños o, cuando menos, a tomar el aire puro y fresco del campo. Finalmente, consigue que su marido acepte su salida de Madrid, gestionando todo para conseguir una casa de verano en el pueblo de Valdemoro. Una vez allí, los contratiempos propios de la naturaleza ponen de mal humor a Julieta, confiada sin embargo en encontrar un buen desayuno y poder descansar de tales peripecias. Sin embargo, pronto se dan cuenta de que todos los alimentos buenos parten al punto de la mañana hacia Madrid y que, lo poco que queda, aun siendo rancio, se cobra a precio de oro. Tras ocho días en el campo, Julieta repasa con su marido las cuentas de su ansiada experiencia.