El señor Antero ha heredado de una tía de Sigüenza una gran huerta cercana a dicha localidad y unos cuantos miles de pesetas. Por mucho que le da vueltas, no acaba de encontrar un negocio fiable en el que invertir su dinero. Sin embargo, un día, estando en un café, escucha que en la tertulia de la mesa de al lado un hombre afirma que el mejor negocio que montar en Madrid sería un restaurante vegetariano. Antero hace la idea suya y, en dos meses, los clientes ya pueden disfrutar de su menú, compuesto de judías que parecen riñones, filetes de berenjena que parecen muslos de pollo, alcachofas rellenas de hierbas que parecen carne y unas chuletas que parecen de ternera pero son de puré de patatas. Cuando un año más tarde una sequía voraz asola el país, Antero consigue salvar la situación... cometiendo fraude.