Isidoro trabaja en una compañía de seguros. A pesar de no ser ni habitual ni verosímil en España, le ha llamado a su despacho el jefe para hacerle partícipe de una gratificación empresarial debido a su buen trabajo, que bien ha contribuido a lograr una reciente alza en los beneficios. Con este sobresueldo de tres duros no puede sentirse más dichoso y, dispuesto a celebrarlo con un pequeño exceso, se va a tomar un café. Mas pronto comienzan sus problemas, pues de brazos del amigo pedigüeño pasa a los del colega al que prometió una comida si conseguía la gratificación, de este a los de la caridad necesitada por una pobre vecina, de esta a los de una ex novia marrullera y de los de ella en los del sastre que ya ha preparado su última cuenta.