Teresa no puede dormir. El reencuentro con Fernando, su amigo de infancia, ya crecido y hecho hombre, la mantiene en vela. Al punto de la mañana, él, amparándose en su pasado común de alegría y juegos, comienza a cortejarla. Acechados por la murmuración, pasean por última vez camino de la fuente de Quiebra-cántaros...