Echegaray vuelve a escoger a su protagonista de entre las gentes que habitan nuestro mundo con miseria y penuria. En esta ocasión pone de relieve la confrontación entre sueño y realidad existente en un mendigo que quiere ser rey. Exponiendo toda su lógica causal, retoma, no obstante, la máxima calderoniana de la vida como sueño.