Tener un vecino maniático trae consigo sus aguantes y resignaciones. Aquí se trata el sufrido caso de don Rufo Lobanillo, empeñado últimamente en convertir la comunidad de vecinos en un orfeón. El resultado enerva los tímpanos de los «vecinos cuerdos», que ni siquiera —o mucho menos— encuentran ayuda en la figura del casero para poner fin a tremendo despropósito.