Diego Vargas es un joven originario de Cuenca e injerto en Madrid que se caracteriza principalmente por ser un tonto de capirote, con pretensiones de elegante, y sobre todo, con ínfulas de Tenorio. Un día se encuentra en una cervecería a su amigo Machuca, conocido por su extremada gorronería y habilidad para el sablazo, a quien dos noches atrás había visto merodear los alrededores de la tapia de la huerta del convento de Santa Teresa. Intrigado, se decide a interrogarlo al respecto, aun a riesgo de tener que pagarle las consumiciones. Este le cuenta que, efectivamente, había comenzado una relación con una joven novicia a la que, por falta de dinero, no podía llevar a un baile de máscaras en el Teatro Real. Completamente desbocado por su donjuanismo, Vargas acepta intercambiar una noche sus papeles para ser él quien se beneficie a la novicia a cambio de llevarla al baile. Aunque ya se sabe, más de una sorpresa esconden siempre las máscaras.