Un depredador acecha a su presa, la acorrala, la tortura, la despedaza. Puede que, con suerte, le permita seguir con vida y sea desterrada a otro lugar quizá menos hostil; sin ella, acabará por extinguirla. Mi edificio se ha visto invadido por una perversa colonia de gatos y la vecina del primero es la que alimenta su maldad. Ella es su alfa y yo vivo atemorizado...