Hemos escuchado esa frase desde que éramos pequeños. Las apariencias engañan, las cosas no son lo que parecen, no hay que fiarse de los indicios, bla, bla, bla.
Esa incertidumbre que reina en el mundo real y en las relaciones humanas es una de las pocas verdades que nos quedan en una sociedad hundida en el desierto de la ignorancia.
Imaginaos un mundo sin sorpresas, un lugar donde el azar o los cambios de perspectiva fueran imposibles. Todo sigue según los cánones establecidos y nada se escapa a lo preconcebido. Sí, tendría algunas cosas buenas (no habría un Trump o un Brexit porque las encuestas nunca se hubieran equivocado), pero pensad un momento en la losa de la rutina y la previsibilidad. ¿Podríais aguantarlo?
¿Quién no recuerda el giro final de Sospechosos habituales o Seven? ¿O esas películas americanas donde el héroe musculado escapa por los pelos del plan del villano en el último suspiro? En un entorno sin sorpresas, todo sería plano e insustancial y las sorpresas serían tan imposibles como los dragones o los concejales honrados.
Los dos relatos adjuntos y las sombrías (y, coño, porque no decirlo, geniales) ilustraciones de María Pizarro que podréis encontrar aquí siguen esa premisa, porque no son lo que parecen o sí, quién sabe...
Espero que os guste el terror, aunque... ¿seguro que podrían etiquetarse como terror?
Descubridlo vosotros mismos…