Año 2222. Selenópolis, colonia lunar autosuficiente, es el único reducto que queda de lo que un día fue la humanidad. Los principales problemas de justicia social que imperaban en la Tierra antes de su total destrucción no solo todavía perviven, sino que se han agraviado muchísimo más. Las desigualdades sociales y la opresión de los grupos privilegiados hacia los demás son desgracias que aún no se han eliminado, y no parece que vayan a ser eliminadas jamás. Los apóstatas, renegados, activistas y librepensadores se han extinguido definitivamente, no mediante represiones autoritarias, sino por pura inercia. Las personas, por lo general, viven en una sibarítica nube de pensamiento reaccionario a la par que hedonista. La única lucha social que interesa al gran público y que no es demonizada es la de la muy homenajeada policía de Selenópolis contra el narcotráfico. El hombre más admirado de toda la humanidad, un detective: Bartleby McClaw, portada de todas las revistas, cuya fotografía bien podría ilustrar la definición de “narcisismo” en cualquier diccionario. Su gran amigo y compañero, Michael Káiser, fiscal de antivicio. Una mañana de mayo, el señor Káiser es encontrado muerto en su hogar; la causa de la muerte, a todas luces, es un suicidio. El cargo de fiscal de antivicio pasa automáticamente al que en su día fue el discípulo de Michael: Alex Tuatha, joven sádico a la par que solitario, de ímpetu colérico y de aciaga misantropía, que a lo largo de su nuevo trabajo habrá de descubrir ciertos datos jamás imaginados sobre su maestro, sobre su sociedad y sobre la misma condición humana.