En este libro, Cancionero de prisión, se mezclan realidad y ficción, incluso realidad documentada, pero ya convertida en ficción. Lo puedo afirmar así porque en aquellos días trabajaba como monitora de encuadernación en los talleres gráficos del centro penitenciario de la Modelo, de Barcelona. Mucho de lo que se cuenta aquí (cartas de desamor, insultos, amistad, peleas, muertes), pudiera haber ocurrido allí. Es verdad que no conocía personalmente al autor en aquellos días, y por tanto no puedo decir hasta qué punto es vivido lo que se cuenta y se canta en el libro. Tampoco quiero verificarlo, ni remover la memoria y las heridas de los días pasados en aquellos talleres. Lo que sí puedo decir es que conocí a más de un preso en condiciones semejantes, me refiero, claro está, a las condiciones del abandono. Un abandono social, familiar, amoroso, que al final conduce casi siempre a la ironía (como indica Jorge de los Santos, en el epílogo del Cancionero), es decir, acaba en la sátira de todo aquello que un día se respetó y se quiso. Otra forma de destrucción, pero esta vez creativa, encarnada en la escritura. En definitiva, este Cancionero de prisión podría ser una antología de textos del abandono, como una de aquellas antologías de poemas escritos por los propios presos, que redimían condena imprimiendo y encuadernando en los Talleres gráficos del citado centro penitenciario.
Matilda Sagan