Dormir.
Esa placidez es el enemigo, porque acudimos voluntariamente a un mundo que no controlamos.
Y un parásito se vuelve con nosotros.
Se muestra.
Nos ataca.
Las pesadillas son sólo el comienzo.
Buen relato, casi una escena, que todo el que sufra terrores nocturnos apreciará.
Y quienes no, tras su lectura, sean bienvenidos.