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Invasión y otros relatos

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Peón enciende el televisor y el presidente aparece en el escenario. Dice algo sobre el futuro del país y el mañana que la gente merece. Le explica a los jóvenes el por qué de los jubilados. Dice que no hay que aflojar, que nos necesita. Nos necesita mucho. Atrás de él, una hilera de funcionarios certifica cada palabra. El congreso se llena de aplausos con cada remate: la última oración que define al párrafo.

Peón se sacude un poco la Portland y se derrumba en el sillón justo cuando su madre abre la puerta, medio que arrastra la bolsa del almacén. Hola, hijo, ¿cómo estás? Son unas cositas para comer, dice y apoya los zapallitos sobre la mesa cuando la sonrisa del ministro es grosera de inmensa. Brilla un Cartier bajo el Armani, 50.000 dólares que la cámara esquiva. Pero ella igual se arrima con el mate en la mano y le toca el pelo. Dejá, mami, es la cal que se come todo. La madre se sienta y pega grito de dolor porque dice que es duro trabajar los cañaverales del norte. La zafra te amansa, dice. Peón la abraza, le sonríe. Como loco intenta hacerle sentir que con lo vivido es más que suficiente.

Cuando él duerme la imagina allá, a lo lejos, avanzar en el camino mientras una tormenta la azota desde el norte. En tierra arrasada la mujer es todas las mujeres, que con las manos arrugadas abre, incansablemente abre la puerta una y otra vez.

Políticos y noticieros la calan hasta adentro. Hay que ir a votar, dice. Hay que ver a quién votamos. La gente de hoy tiene que salir adelante. ¡Los chicos!, dice. Hay que ir a votar. Así, más adelante, los chicos pueden hacer alguna cosita. Peón la observa señalar la pantalla con un trapito en la mano, siempre anda con su trapito en la mano, y los ojos se le cascan como cristal. Es que no tiene más lágrimas. La cal esteriliza todo. No te preocupes, mami. Ya va a aparecer alguien mejor.

Peón sonríe y le da un beso. La abraza como nunca antes, y se encierra en la habitación. Cubre la ametralladora con una almohada y gatilla en vacío hasta que se le acalambra el brazo. Antes de regresar a la changa guarda el plato de comida en la heladera. Chau, mami. Te quiero mucho. Nos vemos más tarde. 


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