Carlos López nunca pensó en dedicarse a escribir, lo suyo eran sus negocios, su familia... pasar por la vida aprovechando lo mejor que pudiera ofrecerle, pero la vida le hizo un corte de mangas. Cuando en el aeropuerto de República Dominicana se enfrentó a un agente que, posiblemente, tan solo quería sacarse la «mordida» del día, Carlos no sabía que su tozudez lo enviaba de cabeza a un pozo negro de miseria y sangre del que tardaría cinco años en salir.
Tras varios días en un sistema judicial que recuerda al Brazil de Terry Gilliam, su primera pregunta al llegar a la prisión de «La Preventiva» es «¿Cuándo traen la comida?». «Cuando usted la mande comprar» es la respuesta. No solo la comida, también hay que pagar la cama, o dormir en el suelo de los pasillos, y repartir «billeticos» a mansalva, para «estar frio» con los guardias, pues si no «caminas» con ellos, tu futuro será breve y desgraciado. Carlos trapichea y se busca la vida de formas que harían sonrojar al mismísimo Lazarillo de Tormes, y más aun, para lograr el dinero necesario para comprar su libertad en los tribunales, una cantidad enorme, no vacila en abrazar al diablo... al fin y al cabo está en el Infierno y los demonios rondan por las esquinas.