Eugenio Torrecilla decidió fundir la literatura con su vida para ensanchar y dignificar la existencia. Quienes lo conocieron dan fe de esas estrechas relaciones. Las estrellas muertas, el libro que aparece ahora a los cuatro años de su fallecimiento, es un relato de introspección cientifista acerca de la inmortalidad, legado casi como un testamento. Un Eugenio hasta cierto punto desconocido que nos ayudará a definir algunas de sus preocupaciones. Si en sus anteriores libros La balada del Nalón y La vida por la letra hay un Torrecilla respetuoso y complaciente con unas temáticas autobiográficas, en Las estrellas muertas nos lo encontramos como lector letraherido que ha visto en la escritura la herramienta ideal para cuestionarse ciertos aspectos de la condición humana. Novela mefistofélica sobre la decadencia y la enfermedad, tan extraña como perturbadora, que no hará más que reforzar el carácter reservado y solitario del autor. Su aire a lo Lovecraft sostiene el interés y valor argumental, en una atmósfera pesimista taladrada de circunloquios reflexivos, aseveraciones y preguntas sin respuesta, que son las propias de los grandes escritores.