Según los anales del consejo hay, al menos, una tribu y dos clanes acusados de seguir esa senda siniestra que, para mí, siempre fue una historia de terror para que los niños subterráneos nos fuéramos a la cama. Supongo que más temprano que tarde terminaré averiguando si se trata de una mentira más o si hay almas reales tras esto.
Hasta hace poco no eran muchos. Era fácil confundirlos con adictos y otra gente que vive al margen pero, la gente de Otoño, comenzó a hacerse más frecuente. Son frágiles. Sus cuerpos se consumen rápidamente.
Cuando me doy la vuelta veo dos formas caninas entrando por la puerta, demasiado grandes para ser lobos o perros. Hay algo más prehistórico en aquellas bestias. Una de ellas lleva una pulsera en una de sus patas; la otra conserva ciertas facciones de la mujer que nos recibió.