Papá nos sentaba a la mesa siempre por orden: Dalia, Violeta y yo. La silla vacía en la que mamá nunca se sentó estaba perpetuamente presente. Él nos sonreía. El silencio pesaba y las tres manteníamos la espalda muy recta, frente a la mesa. Las manos, mansas, sobre la madera. La mirada en nuestro padre.
Yo siempre le sonreía de vuelta.
Relato seleccionado en el II Premio Ripley.
Trigger warnings: sangre, insectos, muerte
Un preciosísimo relato que, de una forma aparentemente dulce, sutil hasta poética, nos va introduciendo en la trama de la misma forma que en la casa, hasta ir poco a poco mostrándonos la dura y dramát... Más