Tapas, tentempiés, aperitivos, bocaditos… Los llamemos como los llamemos, ¿qué tienen en común? Pues, técnicamente, que cada ración se puede sostener sin problemas con una mano, comerse en dos o tres bocados como mucho, y no requieren cubiertos. Ah, sí: y que seguro que van a gustar a todo el mundo. Si ofrecemos variedad, muy torpes tenemos que ser (o muy picajosos nuestros comensales) para no dar con algo que guste a todos.
Las recetas de los diferentes menús que componen este libro van desde las sencillísimas hasta las que requieren algo de elaboración, desde las que irán perfectamente para llevar en una excursión a las que no deslucirán en la fiesta más elegante. Algunas se pueden preparar con antelación, incluso congelarse, otras requieren un toque de última hora. Y ninguna, absolutamente ninguna, figuraba en las Tablas de la Ley que Moisés bajó del Sinaí… lo que quiere decir que no están escritas en piedra, puedes modificarlas a tu gusto y al de tus invitados. Si como norma general, a poca mano que tenga uno en la cocina, conviene tomar las recetas como fuente de inspiración más que como lista de instrucciones, en el caso de estos bocaditos es aún más recomendable. Si al final lo que llevas a la mesa se parece poco a la idea original… felicidades, señal segura de que estás sacando el máximo provecho de estas páginas.