Un prisionero está ojeroso y la soledad lo acaba, ella arranca sus posibles destinos, le apaga la vela del soñar. Yace él contra su fuerza reprimido, se sabe entre rejas, entre cadenas, respira, pero no existe para nadie. A solas, se va ahogando en el olvido, constreñido bajo su desasosiego, ve correr el deterioro de su vejez. Menos el silencio ni lo salva, hasta el extremo alcanza a vedarlo, ser un preso rescinde su existencia, tanto que termina por agujerarle la mente.