Buscando mi identidad final.
Tres años después de conocer a aquellos locos, las cosas habían ido mejorando paulatinamente. Cuando no era Leonard el que me estaba agobiando con el entrenamiento, era Katia, intentando que me doblara como una cuchara bajo un poder mágico.
Pero no podía quejarme. Había encontrado algo parecido a una familia, y un objetivo en mi vida. Y esos tres años se desarrollaron con varias misiones que pude gestionar bastante bien, y en las que pude ser un elemento importante para su consecución.
Todo eso iba a cambiar. Una reunión no programada en un domingo que denotaba algún asunto complejo. De hecho esperaba que llegase esa situación. Yo seguía siendo la novata, pero la gente ya me trataba como a una igual, y las bromas de novata eran historia.
Esa misión fue la puerta a conocer una historia, y unas vidas, que lo cambiarían todo. Cuando se trata de sobrevivir, la desesperación puede llevar a una inventiva fuera de escala. Pude comprobarlo en un grupo de seres humanos desesperados por sobrevivir, y por conseguir la libertad en un mundo cada vez más ahogado en el dolor, los prejuicios, y una eterna penuria.
Sandra fue, sin duda, la puerta y el puente hacia un mundo que existía dentro de mí, pero que desconocía por completo. Ella fue la clave. Pero, como siempre, ella no se vio beneficiada. Algunos individuos lo dan todo a la humanidad, para no recibir nada a cambio, y desaparecer para siempre, en un manto de olvido y oscuridad. Yo no haré eso con ella. Nunca. Jamás.