En Cuentos de la fina locura; David Köemman nos muestra dos aspectos artísticos que le apasionan. Por una parte aquel diseño gráfico casi olvidado que se aplicaba en las artes gráficas de los años 80, en donde la trama era su principal protagonista y por otra parte pertenecer a la primera generación de la síntesis, de comunicar y explicar sin extenderse demasiado pero no obviando detalles emocionales que nos inviten a la introspección.